domingo, 14 de junio de 2009

Llegada

Al bajar del bus una fuerte lluvia se encargó de dar la bienvenida al extraño que llegaba de Medellín. Guadalupe se le reveló en la noche con su rostro frío y mojado. Las gotas fueron el compas de espera hasta la madrugada. A las seis de la mañana del día siguiente una chiva lo bajó por el cañón cubierto de neblina. La incertidumbre lo acompañó durante el camino. Sólo el nombre de la profesora Rosa en la memoria junto con la indicación de parar donde los Grisales eran su carta de viaje. Después de una hora, la espera terminó y todo lo antes imaginado se convirtió en realidad. Había llegado a la vereda San Pablo a mediar entre veinte jóvenes y sus habilidades para crear.

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